«El gran apagón de España»: (un despertar necesario para un país dormido).
Hola a tod@s, un nuevo viernes, y fiel a mi cita con todos vosotros, aquí estoy, ya en el capítulo número 39 consecutivo.
Si os digo la verdad, hoy he improvisado sobre la marcha, porque tenía en mi mente otro tema sobre el que quería escribiros, pero, ya de madrugada, he variado mi guion personal, porque es inevitable que os exprese a través de mi escritura lo acontecido y los lamentables hechos que se vivieron el lunes en mi país, España.
A eso de las 12 de la mañana, España y la península ibérica, incluido Portugal, se quedó a oscuras, aunque tuviéramos luz del día. Un apagón masivo no solo paralizó el país, sino que, a las pocas horas, nos «cortaron» toda posibilidad de comunicación entre nosotros y entre muchos de vosotros que estabais preocupados no solo por mí, sino por lo que estaba sucediendo en España.
Se apagó la luz, sí, y con él ni wifi ni datos. Nos dejaron mudos en comunicaciones, oficinas, hogares, y dejaron a millones de ciudadanos desconectados del mundo durante horas. Se cayó el velo de dependencia que llevamos décadas alimentando. Fue un parón tecnológico, sí (que no fue ningún ciberataque por parte de ningún foráneo, no os dejéis engañar). Si existió ese ciberataque del que tanto hablan, fue desde dentro del país, porque el enemigo lo tenemos en casa y precisamente en un gobierno podrido de corrupción, imputados judicialmente y de locura.
Pero aparte de ser una sacudida de desconexión a todos los niveles, también considero que fue una sacudida para nuestra propia consciencia, una oportunidad, un espejo donde por fin pudimos vernos tal y como somos: una sociedad hiperdependiente, adormecida y controlada por los tentáculos de un sistema que no siempre juega a nuestro favor, o más bien diría que siempre en contra.
Vivimos una de esas jornadas que marcarán un antes y un después en la conciencia colectiva de nuestro país. Un apagón masivo en España dejó sin luz, sin comunicaciones y sin certezas a millones de ciudadanos. Las consecuencias fueron muy graves, pero también reveladoras, y hoy, a estas horas de la madrugada, quiero reflexionar a la vez que os escribo estas líneas, y te invito conmigo a hacerlo en conjunto, a mirar más allá del caos y del miedo, a ir más allá, a recordar y, sobre todo, a despertar.
No fue solo un corte de luz. Fue una parálisis y una incertidumbre a nivel nacional. Hubo personas atrapadas en ascensores durante horas, con la angustia de no poder comunicarse con nadie; trenes detenidos en mitad de su trayecto; vagones de metro repletos de gente sin luz ni aire acondicionado; mayores que no pudieron regresar a sus casas por no funcionar los ascensores; personas dependientes de máquinas que, sin batería ni generador, vieron peligrar su vida; hospitales que tuvieron que recurrir a generadores de emergencia, con el estrés de no saber cuánto aguantarían.
Estaciones colapsadas, viajeros durmiendo en el suelo, atascos interminables, semáforos apagados, sirenas resonando en la oscuridad, de todas las ciudades, pueblos y localidades del territorio español, pero, por encima de todo, el silencio de la incomunicación: sin cobertura, sin internet, sin noticias oficiales, solo rumores, miedo e incertidumbre.
La pregunta en los labios y boca de todos era: ¿qué está pasando? ¿y cuánto va a durar esto?
Durante años nos han vendido la idea de que la modernidad es sinónimo de progreso, que cuantos más dispositivos tengamos, más conectados estemos y más electrificado esté nuestro entorno, más seguros estaremos, pero el apagón en España nos ha demostrado que nuestra civilización está construida sobre una base demasiado frágil y que basta un fallo, una chispa, una avería para que todo se venga abajo y nos sintamos vulnerables, como un bebé recién nacido, pero con edad adulta.
Y en ese colapso, se para el tiempo, haciéndose eterno, no somos libres, ni autónomos, ni resilientes, es justo ahí donde nos damos cuenta de que somos dependientes, total y completamente, de la electricidad, de las comunicaciones, de un sistema, impuesto y elegido, que, cuando falla, nos deja desvalidos.
Hoy, quiero sacar el dichoso nombre de la «sostenibilidad», no quisiera escribir esto, pero en verdad pienso, que estamos desmantelando centrales de carbón, reduciendo la producción de gas, cerrando nucleares, y apostando todo a la energía eléctrica. Incluso nuestros coches serán eléctricos, y no será una opción, sino una imposición por decretazo, pero ¿y si la red vuelve a caer? ¿Y si ocurre de nuevo? ¿Y si el futuro eléctrico que nos prometen es más frágil de lo que creemos?
La transición energética es necesaria, pero ante todo debe ser responsable, no podemos dejar de lado la diversificación energética, ni ignorar que cada enchufe que usamos nos ata un poco más a un sistema que puede fallar.
No se trata de volver al pasado, sino de avanzar con inteligencia, con previsión y con respeto a nuestra autonomía.
¿Recuerdas cuando la electricidad era intermitente? Cuando las familias se reunían a la luz de una vela, cuando se cocinaba con carbón, cuando los niños jugaban en la calle hasta que se hacía de noche. Nadie necesitaba wifi para reír, ni batería para soñar. Éramos más lentos, sí. Pero también más libres, más humanos, más presentes y sobre todo más felices.
Jamás en mis años de vida ha sucedido algo así en España, este apagón debe ser recordado, pero no como una tragedia, sino como una llamada de atención y como una señal, una llamada a reconstruir nuestra autonomía, a educar a nuestros hijos en la resiliencia, en la autosuficiencia, en la verdadera libertad real, a volver a mirar al vecino, al campo, al cielo, a tener un plan B que no dependa de enchufes ni de señales.
El apagón en España ha puesto de manifiesto una verdad incómoda: hemos entregado demasiado, a cambio de una comodidad ficticia, hemos cedido nuestra soberanía personal, ya no sabemos vivir sin que una aplicación nos diga qué hacer, sin que una red social nos viralice o sin que una plataforma nos entretenga.
Los políticos lo saben, los gobiernos lo usan, la dependencia tecnológica no es solo una consecuencia del progreso: es una herramienta de control. Cuanto más necesitamos, más vulnerables somos. Y cuando se va la luz —literal y figuradamente— nos convertimos en piezas inmóviles de un tablero diseñado por otros.
Hace apenas unas décadas, España era otra. No quiero caer en la tentación de decir si mejor o peor, pero os aseguro que muy y demasiado distinta. Yo viví una España donde la gente hablaba en las plazas, donde los vecinos se conocían, donde las cartas tardaban días en llegar, pero traían emociones reales, donde éramos dueños de nuestro tiempo y no esclavos de un algoritmo. ¿Qué está pasando? ¿Qué nos ha pasado?…
Pero la gran pregunta que debemos hacernos hoy es: ¿qué pasará la próxima vez?, porque sí, esto puede repetirse y en cualquier momento. No quiero ser alarmista, pero sí pragmático, y tal como está España es más que probable.
Y si no aprendemos de lo vivido, el próximo apagón nos encontrará igual, o más indefensos. No podemos seguir delegando toda nuestra seguridad en sistemas centralizados, es hora de hablar de autonomía energética, de planes de contingencia, de educación en la autosuficiencia. Es hora de formar una ciudadanía capaz de reaccionar, de organizarse, de cuidar a sus mayores y de ayudarse mutuamente, porque una nación fuerte no es la que más tecnología tiene, sino la que mejor sabe usarla… y sobrevivir sin ella cuando haga falta.
Lo más duro del apagón no fue la oscuridad, cuando llegó la noche, sino darnos cuenta de que no sabíamos qué hacer ni cómo reaccionar, pero también fue maravilloso ver cómo, en medio del caos, hubo personas que encendieron velas en las ventanas, que bajaron a las escaleras a ayudar a desconocidos, que compartieron comida, que ofrecieron compañía y sobre todo quiero hacer una mención a las FCDSE, y sobre todo a grandes amigos de la Guardia Civil, que de nuevo fueron un ejemplo para todos, porque cuando falla todo, siempre están ahí, y a eso es lo que yo llamo humanidad.
Tal vez este apagón sea un regalo, (aunque envenenado), pero, al fin y al cabo, un regalo, un recordatorio de lo que somos, de lo que podemos perder, y de lo que aún podemos recuperar.
Es el momento de actuar, de revisar y repasar cómo vivimos, qué necesitamos realmente y qué podemos dejar atrás, de exigir a nuestros líderes menos control y más transparencia, de recuperar la confianza ciudadana frente a la dependencia institucional, de ser, al fin y al cabo, una España libre, digna, capaz de levantarse con orgullo incluso cuando se apagan todas las luces.
Para finalizar, el apagón en España, más allá de un problema técnico, o cualquiera de las mentiras que podáis escuchar en los próximos días —ya habituales de un gobierno CUM LAUDE en mentir—, fue una lección, pero una de esas que duelen y dejan huella, pero que realmente nos enseñan, que nos obligan a parar, mirar y decidir qué tipo de sociedad queremos ser, porque solo una población consciente y unida es una población invencible.
Es hora de despertar, es hora de volver a ser libres.
Que no se nos olvide lo que vivimos, este lunes pasado, que este gran apagón de España no se quede en una mera anécdota, sino que sea la chispa que despierte conciencias, que nos devuelva la capacidad de cuestionar, de resistir, de decidir por nosotros mismos. No podemos seguir dormidos en la falsa comodidad que nos venden.
Es hora de ser una España más fuerte, más libre, más humana, que camine y caminemos hacia el futuro sin olvidar nuestras raíces y nuestra historia, que se use la tecnología como herramienta, no como cadena, que volvamos a mirar al prójimo, al cielo, al sentido común.
Porque si algo hemos aprendido es que la luz puede irse… pero la conciencia no debe apagarse nunca.
Si este texto ha removido algo en ti… no lo dejes aquí, compártelo, difúndelo, habla con tus amigos, con tu familia, con tus vecinos, haz que este mensaje llegue lejos, porque lo que pasó ayer en España no puede caer en el olvido y puede pasar en cualquier país del mundo y desde donde me estés/estéis leyendo ahora mismo.
Hoy más que nunca, necesitamos despertar juntos, necesitamos volver a ser una ciudadanía unida, informada y libre.
Si tú también crees que otro modelo de vida es posible, si tú también sentiste miedo, impotencia o rabia durante el apagón… no te calles.
Juntos, SÍ. Dependientes, NO.
Jorge Esquirol.
Posdata:
Hoy debo y quiero empezar por agradecer a Pilar Ramos, gracias, mil gracias, Pilar, por poder ser partícipe y colaborador en ese gran vídeo que hemos hecho juntos, titulado:
«El Valle de los Caídos, donde la Sangre se Hizo Piedra y la Memoria Cruz», poder colaborar con una persona como tú es pura magia y es un privilegio.
Gracias de nuevo a mi editorial, Círculo Rojo, porque la versión anglosajona de mi segundo libro,
«The Pyramid of the Soul», ya está lanzada al mundo.
No olvidéis que este próximo jueves, día 8 de mayo, tenemos un «Entre Amigos», de los que darán que hablar… (y hasta ahí puedo contar), quizá para mí, personalmente y para muchos de vosotros, el más especial.
No me olvido de ti, Dagmar, por darme lecciones cada día transoceánicamente, y sobre todo por tu inestimable ayuda.
Y sobre todo a mi asistente personal, a todo mi equipo y al gran jefe de máquinas, a ti Xavi, otro mago que encontré en la vida.
Gracias a tod@s, porque como siempre os digo, sin vosotros nada sería posible y sois realmente maravillosos, y muchos de vosotros, ya sabéis desde hace tiempo que formáis parte de mi vida.
Feliz fin de semana a todos y sobre todo,
«Sed muy Felices, Por favor»
Jorge Esquirol.