Otro viernes más, con tod@s vosotros, y estoy cada día más agradecido a Dios, a la vida, por esta nueva oportunidad y porque me ofrezca el regalo de tod@s los que formáis parte de tan diversas partes del mundo, de esta comunidad de amigos, llamada: @elblogdejorgeesquirol.
Hoy, ya en este capítulo/artículo número 47 consecutivo, os voy a hablar con la verdad más sincera, sin preparar nada, tan solo dejando que fluyan mis letras y palabras a través de mis sentimientos.
Llevo días con el cuerpo pesado, como si una manta invisible me apretara el pecho y me dijera: «Hasta aquí has llegado, Jorge».
Hoy vengo con la batería baja, con las pilas desgastadas. No es una de esas bajas o bajones que se arreglan con un café doble, con una bebida isotónica o energética o con un meme gracioso, no, esto es otro nivel y no puedes hacer otra cosa que escucharlo y bajar un poco el ritmo.
Llevo varios días con la sensación de que todo pesa más, de que todo es abrumante.
¿Sabes esa sensación en la que todo te afecta, desde las noticias políticas, pasando por la basura que vomita la tele, hasta la impasividad de quienes deberían dar ejemplo? Pues eso.
Si a eso le sumas la decadencia cultural, las injusticias, la muerte de personas que quieres, el ver pasarlo mal a personas que quieres profundamente… vamos, un cóctel molotov emocional que te deja temblando.
Y yo, mientras tanto, intentando arrancar con la gira literaria de “La Pirámide del Alma”, mi bebé literario que a veces se convierte en un monstruo que me susurra cosas feas al oído:
—No va a ir nadie.
—¿Quién va a querer escuchar lo que tienes que decir?
Lo confieso, en esos momentos soy un pésimo animador de mí mismo, en lugar de un equipo de animadoras con sus pompones dándome aliento, lo que tengo es un grupo de voces interiores críticas que harían palidecer a cualquier “coach” motivacional.
Pero, ¿sabes qué?
Entre todo ese ruido y esa tormenta emocional, hay un salvavidas que nunca falla.
Escribir.
Escribo porque cuando pongo esas sensaciones en palabras, el peso se hace un poco más ligero, es como si las letras fueran pequeñas maletas donde guardo lo que no quiero cargar en el corazón todo el tiempo.
Claro que soy consciente de que escribir no arregla el mundo, no devuelve a quienes ya no están, ni cambia de un plumazo el caos que nos rodea, pero al menos pone orden en mi propio caos, y eso, créeme, a veces es lo más parecido a un milagro que por lo menos yo conozca.
Gracias a Dios, no todo es drama. En este mix existencial hay lugar para la risa, aunque sea nerviosa, y para ese humor ácido que solo la realidad de la vida puede regalarte.
Por ejemplo, hoy me reí de mí mismo cuando me vi peleando con la impresora, que decidió hacer huelga justo cuando tenía que imprimir unos documentos para la gira. Ahí estaba yo, en pie de guerra, discutiendo con un aparato que, probablemente, no tiene ni idea de qué hago con mi vida, pero que tenía el poder absoluto de arruinar mi día.
¿No es ese el espíritu de la vida?
Un constante tira y afloja entre lo importante y lo absurdo, entre lo que nos rompe y lo que nos hace reír.
También, en estos últimos días, me he sorprendido tarareando canciones viejas, muchas de ellas compuestas por mí, y algunas de esas que ponía en mi habitación en casa de mis padres cuando yo era un adolescente, como una pequeña rebelión contra la tristeza. Y créeme, eso funciona mejor que cualquier mantra de Instagram.
Si has llegado hasta aquí leyendo, quiero que sepas algo fundamental: no estás solo.
Seguramente tú también tienes esos días en que la mochila pesa demasiado, en que las noticias te dan ganas de apagar el mundo, o en que las palabras de ánimo parecen un eco lejano.
Y aquí está la magia de este espacio @elblogdejorgeesquirol: somos un pequeño refugio donde no hace falta fingir que todo está bien. Aquí podemos admitir que estamos cansados, tristes, cabreados o simplemente hechos polvo.
Y aunque hoy me sienta débil, escribiendo este texto recuerdo que siempre queda algo por lo que seguir, por ilusionarte y por soñar. Porque, aunque me duela, aunque todo parezca un lío, ahí fuera hay alguien que puede necesitar justo estas palabras.
Porque a veces la fuerza no está en la sonrisa forzada, sino en reconocer que la mochila está pesada y aun así seguir caminando, paso a paso, con el alma encendida, aunque sea a fuego lento.
No soy un héroe ni un maestro de la motivación, solo un tipo que se sostiene con la palabra escrita y con la esperanza de que, al compartir estas piezas rotas de mi alma, alguien más pueda encontrar consuelo. Porque escribir no es solo un acto solitario, es un puente invisible que nos conecta en nuestras sombras y luces.
Así que, aunque el cuerpo me diga «basta», y la mente se tambalee, sigo adelante…
No porque sea fuerte, que no lo soy, sino porque escribir me da fuerza necesaria para saber que me estás o estáis leyendo en este momento y te puedes sentir como yo.
Porque poner en palabras esta montaña rusa emocional es un acto de valentía.
Porque, aunque a veces dude, sé y estoy más convencido que nunca de que en la vulnerabilidad reside la belleza de la honestidad.
Y si tú también estás apagado, cansado o harto de este circo, te regalo esta pequeña invitación:
Haz una pausa.
Respira profundo.
Escribe, aunque solo sea una frase.
O simplemente deja que alguien más lo haga por ti.
Aquí me tienes, aquí nos tienes.
Gracias por estar aquí.
Gracias por sostenerme con tu lectura, tu silencio, tu respeto o tus mensajes o emails.
Gracias por acompañarme en esta gira, que es también un viaje interior.
Gracias por creer en la palabra como bálsamo y resistencia.
Y si quieres, comparte este texto.
Quizás alguien que hoy también se siente apagado lo necesite leer.
Nos vemos la semana que viene.
Con más luz, con más risas o con más verdades.
Pero siempre y por siempre juntos.
Os abrazo.
Jorge Esquirol.
Posdata:
Sé que son tiempos difíciles para ti, amigo Ricard, pero como te dije, eres un ser humano único y hay gente a la que le importas y, te aseguro (y lo sabes bien), que para mí eres todo.
Gracias, Kalejandro. Gracias por tu empatía y por tu entrevista de la que Venezuela fue testigo, no solo de mi segundo libro sino de la grandeza del alma de ambos. Gracias Venezuela.
Gracias a “La Voz de Almería”, a ti, Alfredo Casas, por ese ratito tan agradable y maravilloso que pasamos de entrevista en Hoy por Hoy y Cadena Ser Almería.
A ti, Álvaro Pedraz, ¿qué te voy a decir? De artista a artista (aunque en otras disciplinas), gracias por todo y por tanto.
A ti, Emilio Martínez, por hacerme cumplir el sueño, guiarme y facilitarme el camino para que este Tour Mundial: “La Pirámide del Alma” arranque en León.
Isa, ¿te digo algo? Todo te va a ir bonito.
A Cecilia y su empresa Kookay Ediciones, por ser algo más que mi distribuidora en México, aparte de ser una editorial referente: todo se va a dar, ya lo verás. Tu actitud y tu infatigable trabajo te avalan.
Y por supuesto, no me olvido de ti, Dagmar Vázquez Baqueiro, por no solo ser una gran arquitecta sino porque eres un libro abierto de sabiduría de cultura maya y una yucateca de los pies a la cabeza, cosa que me hace feliz. Te has convertido en mi profesora particular, aparte de no poder menos que pregonar tu bondad. Gracias infinitas.
La semana que viene daré las gracias a todos los países que me leéis y que me seguís mayoritariamente, donde os aseguro que hay muchas, o demasiadas, sorpresas.
Gracias a absolutamente tod@s, estéis donde estéis, porque como siempre os digo, ya formáis parte de mi vida y sin vosotros nada sería posible.
A ti, Xavi, porque en la sala de máquinas, mandas tú. Ahora en ecuaciones 10+10=20 o 30, jajajajaja. A subir nivel. Gracias de corazón, compañero.
Recordad, subscribiros a mi web, de manera totalmente gratuita y sin pediros datos personales, porque vienen cosas nuevas y maravillosas.
Gracias Vida, porque es maravilloso, vivirte.
Sed muy felices, por favor.
Jorge Esquirol.
Un comentario
Los momentos bajos si los analizamos nos damos cuenta de que es la voz de nuestro cuerpo que está pidiendo «cambio». Un cambio para salir del momento difícil en el que nos encontramos y, para hacerlo posible, nos insta a mirar en nuestro interior y hablar con nosotros mismos para ver qué estamos sintiendo, cuál es el motivo que nos lo hace sentir y qué herramientas poseo o ideo para mejorar y poder volver a un estado normal de energía y motivación que nos permita poder seguir disfrutando de nuestro personal correteo por la vida.
Tú escribes y notas que algo dentro de ti comienza a modificarse y te hace sentir mejor… yo, eso mismo lo encuentro en la música, pues cambia toda mi energía y me dibuja una sonrisa en la cara que es el fiel reflejo de mi sentir interior.
Y ahora pregunto al lector: «qué es lo que te sirve como un bálsamo cuando todo se tiñe de negro dentro de ti?» Encuéntralo y habrás dado el primer paso.
Y, qué te parece si sigues buscando y anotando más de esas cosas que te hacen mejorar tu ánimo? Así tendrás las herramientas preparadas para las próximas veces en que te sientas bajit@ y perdid@…
Gracias Jorge, espero que te encuentres ya mejor. Con tu vivencia personal nos has hecho pararnos a analizar y buscar alternativas que nos puedan ayudar, a los demás cuando nos encontremos bajitos, como tú lo estabas ahora. «Todo pasa por o para algo»
Un abrazo.