Un viernes más, comenzando un nuevo mes, octubre.
Una nueva oportunidad de volver a escribiros un nuevo artículo de mi blog y de esta comunidad «apodada»: @elblogdejorgeesquirol.
La vida es un instante que se escapa entre los dedos, como esa arena de playa que cogemos en nuestra mano y que nunca logramos retener. Nos aferramos a la ilusión de permanencia, a la idea de que lo que amamos durará para siempre, pero lo cierto es que todo lo que somos y todo lo que tenemos late bajo el signo de lo efímero, y es, tal vez ahí, en esa fragilidad inevitable, donde se esconde la verdadera belleza de la existencia y de la vida.
Vivimos rodeados de señales de transitoriedad: un nuevo atardecer que se apaga demasiado rápido, una conversación que parecía interminable y se diluye en el silencio, una risa compartida que se convierte en recuerdo… todo pasa, todo es pasajero, todo tal como llega, se va… y, sin embargo, cada momento lleva consigo una intensidad que, si aprendemos a observar, nos revela la riqueza de lo fugaz.
Lo efímero incomoda porque nos recuerda que no somos capaces de tener el control de nada. Nos gustaría detener el tiempo en la juventud, en los abrazos, en los días felices… querríamos grabar a fuego lo que nos hace bien, como si hacerlo nos garantizara no perderlo… pero lo único que logramos con ese intento de posesión es que el instante nos pase de largo sin haberlo vivido realmente.
La grandeza de lo efímero está en que nos obliga a estar presentes y conscientes, a mirar de verdad, a escuchar de verdad, a amar de verdad, porque, en el fondo, sabemos que nada se repite con exactitud, que lo que hoy nos acaricia mañana será memoria, y que lo que hoy nos duele también tiene fecha de caducidad.
Quizá la sabiduría no esté en buscar eternidades, sino en entregarnos plenamente a lo que acontece, siendo plenamente conscientes de que es irrepetible.
Queridos amig@s y lectores, no se trata de vivir deprisa, sino de vivir con plenitud; no se trata de acumular momentos, sino de habitarlos con presencia, como si cada instante fuera único… aunque, no nos engañemos, no lo es ni lo será.
Vivir en lo efímero es aceptar que somos tránsito, que somos camino, que nada permanece, ni siquiera nosotros mismos; y, sin embargo, es precisamente esa fugacidad lo que da valor a cada segundo y a cada minuto de nuestra vida.
Pensar que si la eternidad existe, no está en durar, sino en intensificar el momento.
El arte de abrazar lo efímero no es natural ni fácil. Nuestra mente, y el ser humano de por sí, busca seguridad, raíces firmes, certezas que la sostengan… así desde pequeños lo observamos y lo vivimos… nos enseñaron a planificar, a proyectar, a acumular. Pero en ese esfuerzo por contener la vida, nos olvidamos de que la esencia de la existencia se encuentra en su movilidad, en su capacidad de sorprender, en la fugacidad que nos obliga a estar despiertos. Aprender a vivir en lo efímero es aprender a soltar, dejar ir, a desprenderse, a soltar lo que creemos que define nuestra estabilidad.
Esto no significa renunciar, sino comprender que la riqueza de lo que tenemos no está en su duración, sino en la intensidad con que lo vivimos. Una breve amistad puede dejar más huella que décadas de convivencia; un abrazo inesperado puede transformar un día entero; un instante de claridad puede iluminar años de incertidumbre. La vida, en su transitoriedad, nos enseña que el valor no está en lo largo, sino en lo profundo.
“Vivir en lo efímero” también implica reconciliarnos con nuestra propia infinitud. Saber que nuestro tiempo es limitado nos enfrenta a preguntas incómodas: ¿Estoy viviendo con la plenitud que deseo? ¿Estoy dejando que cada día cuente, aunque se escape sin permiso? ¿Estoy aferrado a lo que se desvanece, o soy capaz de apreciar la intensidad de lo que acontece ahora?…
La conciencia de lo efímero despierta en nosotros una sensibilidad nueva, un oído mucho más atento al susurro del presente.
Y aquí, quizá, resida la paradoja más hermosa: «Cuanto más aceptamos la transitoriedad, más nos abrimos a la eternidad». Porque lo efímero no es vacío, no es carencia, sino densidad concentrada. Cada instante vivido plenamente contiene en sí mismo una eternidad escondida, y “vivir en lo efímero” nos enseña que la vida no se mide por los años, ni por los logros acumulados, sino por la intensidad con que sentimos, pensamos y amamos cada momento.
Al final, vivir en lo efímero es un acto más de valentía: requiere desprenderse de certezas, aceptar pérdidas, abrazar cambios y caminar sin la ilusión de que todo puede permanecer. Es aceptar la vulnerabilidad como un espacio de aprendizaje y libertad. Es descubrir que la vida se revela en lo que dura un suspiro, y que cada suspiro, si lo vivimos con atención, nos transforma y envuelve de una manera demasiado profunda.
Te quiero invitar a mirar a tu alrededor, a detenerte en lo que te rodea y percibirlo con la intensidad que merece. Observa por un momento lo que se mueve, lo que cambia y lo que se va.
Y como siempre, os dejo unas preguntas: ¿Qué momentos estoy dejando pasar sin sentirlos de verdad? ¿Qué relaciones, qué palabras, qué gestos podrían cobrar más sentido si los habitara y viviera plenamente?
Vivir en lo efímero no es resignación, sino plenitud; no es pérdida, sino sabiduría; no es miedo, sino la libertad de experimentar cada instante con autenticidad. Y quizás, si logramos aceptar esta verdad, descubramos que la belleza de la vida no está en lo que permanece, sino en lo que sentimos mientras todo pasa.
Jorge Esquirol.
@elblogdejorgesquirol
Posdata:
Queridos amigos, hoy estoy de luto. Permitidme, estéis en el país que estéis, daros de nuevo las gracias por siempre permanecer a mi lado, desearos un gran fin de semana y, sobre todo, y a pesar de los obstáculos que os pueda poner la vida:
“Sed muy felices, por favor”
Os abrazo y os quiero.
Jorge Esquirol.
IN MEMORIAM del Sr. Clark Steven, mucho más que un amigo, sabio consejero y una nueva estrella en el cielo y un nuevo ángel personal.
2 respuestas
Me encantan tus reflexiones, la palabra efímero o Elefímera significa mucho para mí, pue mi primera novela públicada contiene esa palabra en su título.
La vida es efímera, la felicidad es efímera, la tristeza es efímera. Todo es efímera y fugaz por eso hay que vivir con intensidad y saber que al final todo pasa y todo llega hasta el fin de los días.
A veces, la vida nos hace dar un parón en seco y darnos de bruces con la realidad. Nos creemos eternos, pero igual que llegamos nos tocará irnos. La vida es corta, lo sabemos y lo decimos, pero no nos gusta recordarlo y preferimos obviarlo y seguir como si nada…
Percibo, en tu texto, que pesa no haber podido disfrutar como hubieras querido de alguien, a quien pones nombre y apellido y añoras esos otros momentos que estaban por llegar a su lado pero que se han materializado en lo efímero de nuestra existencia y que hoy te hace estar de luto y con tu corazón en añicos.
En momentos así, recordamos lo rápida que pasa la vida y de que si no conseguimos exprimirla y disfrutarla al máximo, se nos evaporará sin sentirla con toda la profundidad que merecía y quedará , en nosotros, como una anécdota fría e insabora o que simplemente olvidaremos. Eso es como vivir de puntillas, pero en la vida hay que pisar fuerte siendo conscientes de que cada momento es único, irrepetible y merecedor de nuestra plena atención y reconocimiento.
Jorge, muchas gracias otra semana más, por estos momentos de reflexión que nos hacen valorar lo que somos y lo que necesitamos.
Mucho ánimo, amigo. 🫂