Un viernes más, y justo ayer, Navidad, vinieron a mi mente recuerdos, épocas y años pasados, que acepté con agradecimiento, nostalgia y, sobre todo, valentía.
Espero que tod@s vosotr@s hayáis pasado una feliz Nochebuena y una gran Navidad.
Pero, aun en estas festividades, que paran el calendario de todos, nos queda, ya en unos días, justo dentro de 5, esa transición y cambio de año donde, por costumbre desde niño en España, yo por lo menos seguiré con la tradición, de comerme las doce uvas al sonido de las campanadas de la Puerta del Sol de Madrid, para decir gracias por todo 2025 y bienvenido 2026.
Pero antes de llegar ese día, quiero celebrarlo con tod@s vosotr@s y os quiero desvelar un secreto muy mío, que abandoné por unos cuantos años, pero que retomé hace casi 12 meses y que este año repetiré; de ahí este título, de este ya 74 artículo consecutivo, de este mi blog o comunidad apodada: @elblogdejorgeesquirol.
Cada 31 de diciembre, cuando el reloj roza la medianoche, el mundo se sincroniza en un mismo gesto: dejar atrás el año viejo y dar la bienvenida al año nuevo.
Como os he dicho, la tradición española, tan sencilla y a la vez mágica, se convierte en un ritual colectivo capaz de unir a millones de personas en un instante de luz, deseos, celebración, esperanza…
Doce campanadas, doce uvas que no solo se comen: se sienten, se desean, se entregan al universo con la esperanza de que, esta vez, sí se lleguen a cumplir.
Las uvas no son solo tradición: son el puente invisible entre lo que dejamos atrás y lo que aún soñamos. Son memoria, son fe, son esperanza, y este año, más que nunca, necesitamos que cada deseo se transforme en un compromiso (justo mi secreto, que quiero compartir con vosotr@s), en un abrazo al mundo, en un acto de luz en medio de tantas sombras; que cada deseo tenga un nombre, una causa y un corazón.
Porque cerrar un año no es solo despedir el tiempo vivido: es renovar la fe en todo lo que todavía puede ser. Aunque también, desde hace mucho tiempo, «intento» pensar cada día menos en el futuro, porque tal no es garante y es totalmente impredecible e inexistente, como seres humanos que somos. Pero hoy no quiero profundizar ni filosofar acerca de la consciencia plena, y vamos con mis 12 deseos, para estas 12 uvas que tomaremos al sonido de las campanas.
Primera uva: por quienes no tienen familia.
Por los niños que crecerán sin un abrazo que los arrope por las noches, sin una voz que les diga «estoy contigo», un «te quiero».
Por los mayores que pasan su vejez en residencias o en pisos silenciosos, esperando una visita que no llega, un gesto que devuelva sentido a sus días.
Y por todas aquellas personas, jóvenes, adultas, ancianas, que entrarán al nuevo año sin un hogar emocional al que pertenecer. Que 2026 les ofrezca compañía, vínculos verdaderos, amor sin condiciones y la certeza de que siempre habrá un lugar donde la soledad no siga siendo su compañera de vida.
Segunda uva: por quienes viven en guerra.
Por las ciudades destruidas, las escuelas vacías, los hospitales colapsados.
Por los niños que conocen antes el sonido de una explosión que el de una carcajada.
Por las familias que buscan refugio entre fronteras cerradas y miradas que no quieren ver.
Que este año nuevo traiga tregua, paz, reconstrucción y humanidad. Que por fin entendamos que la guerra nunca es un destino inevitable, sino una decisión que siempre se puede evitar; un conflicto donde todos los que intervienen en él salen perdiendo.
Tercera uva: por quienes sufren injusticias.
Por quienes han sido juzgados sin ser escuchados.
Por quienes han sido víctimas de violencia, discriminación o abuso; por quienes llevan años luchando contra sistemas que aplastan en lugar de proteger.
Que 2026 repare lo que nunca debió romperse, devuelva la dignidad robada y abra caminos donde antes solo había puertas cerradas.
Cuarta uva: por quienes han perdido la fe en la vida o en el ser humano.
Por los que no esperan nada, por los que creen que todo fue en vano, por quienes se cansaron de confiar, de luchar, de sentir…
Sé que hay personas (y quizá me estés leyendo) que han visto demasiada oscuridad en este 2025 y dejaron de creer en la bondad, en los milagros cotidianos, en la posibilidad de volver a empezar.
Que este nuevo año 2026 devuelva esperanza, razones para quedarse y motivos para volverles a dibujar una sonrisa… Que encuentren manos que los acompañen, sostengan y miradas que los reconcilien con el mundo.
Quinta uva: por quienes luchan en silencio.
Las batallas invisibles son las más duras.
Depresión, ansiedad, duelos, vacíos, rupturas internas que nadie ve pero que desgastan el alma.
Por tod@s l@s que se visten de fuerza cada mañana para que el mundo no note su fragilidad: que este 2026 les dé descanso, comprensión, apoyo profesional, sanación y la certeza de que no necesitan fingir fortaleza para ser valiosos; que siempre quedarán buenos amigos dispuestos a escuchar.
Sexta uva: por quienes no llegan a fin de mes.
Por quienes cuentan monedas para llenar la nevera.
Por l@s que hacen malabares para pagar alquileres imposibles, por quienes trabajan horas interminables por sueldos que no alcanzan para vivir dignamente.
Que este nuevo año traiga empleo digno, estabilidad económica y un mundo donde la palabra «futuro» no genere miedo, sino esperanza.
Séptima uva: por los enfermos y sus cuidadores.
Por quienes viven entre hospitales, tratamientos, diagnósticos y esperas interminables; por quienes cuidan de ell@s: padres, hijos, parejas, médicos, personal sanitario… personas que sostienen con amor, cuidado y cariño lo que la vida puso cuesta arriba.
Que 2026 traiga salud, avances médicos, recursos, descanso y la certeza de que nadie lucha solo.
Octava uva: por quienes perdieron a alguien este año.
Las sillas vacías pesan más en Navidad… ¿cierto, amig@s? (a mí, por lo menos). Y también en Año Nuevo.
Por ell@s, l@s que ya no están; por las ausencias que todavía son heridas en nosotr@s; por los nombres que siguen vivos en nuestra alma.
Que este año nuevo traiga paz interior, aceptación y recuerdos que reconforten en lugar de desgarrar.
Que cada lágrima encuentre un abrazo y cada memoria y recuerdo, un lugar donde descansar.
Novena uva: por la solidaridad y la empatía.
Porque el mundo se enfría cuando dejamos de mirar al prójimo.
Por un 2026 donde la bondad sea más fuerte y llegue a vencer a la indiferencia; por un año donde ayudar no sea una excepción, sino un hábito; donde la compasión sea contagiosa; donde la empatía sea el idioma universal.
Décima uva: por los que sueñan un mundo mejor.
Por quienes dedican su tiempo, su energía y su vida a aliviar el dolor ajeno; l@s que defienden el mundo; l@s que velan por los animales; l@s que hacen del bien su forma de estar en el mundo.
Artistas, investigadores, emprendedores, voluntarios, científicos, trabajadores sociales y visionarios que imaginan un futuro más justo y humano… que 2026 les regale impulso, reconocimiento, oportunidades y fuerza.
Undécima uva: por la paz interior.
Porque no solo existen guerras fuera; también existen guerras dentro de tod@s y cada un@ de nosotr@s: ansiedades, culpas, heridas antiguas… tormentas y tormentos que silencian la calma.
Que este año nuevo sea refugio, descanso mental, equilibrio y libertad emocional… La paz interior es el mayor regalo que un ser humano puede darse en estas fechas navideñas.
Y llega la última campanada…
La uva, quizá, más pequeña y, sin embargo, la más grande de todas.
Duodécima uva: por toda la humanidad.
Por ti.
Por mí.
Por tod@s nosotr@s…
Por l@s que amamos y por l@s que nunca conoceremos.
Por cada ser humano del planeta, sin distinción.
Por la salud, la esperanza, la alegría y el bienestar.
Por un mundo donde la igualdad no sea un sueño, sino una realidad; por un planeta más justo, más amable, más comprometido, más consciente, más humano.
Por un 2026 que abrace a tod@s, sin excluir ni dejar de lado a nadie.
Porque cuando las campanadas y los fuegos artificiales cesen y el bullicio se detenga, quedará lo esencial: el deseo sincero, profundo y universal de que, a tod@s, absolutamente a tod@s, nos vaya bien.
Querid@s lectores, de todos los numerosos países del mundo desde donde me seguís en esta mi web y en este mi blog, fieles cada viernes y cada semana, tan solo levanto «ficticiamente» mi copa y brindo anticipadamente por un 2026 donde todo lo bonito se alíe con vosotr@s, para que este año nuevo vaya en paralelo con vuestra belleza interior… porque, para mí, sois bonitos, demasiado bonitos… Nunca perdáis esa esencia que os hace únic@s ni dejéis apagar esa luz que habéis o hemos conservado encendida junt@s en este año 2025, al que, personalmente, le quiero agradecer todo lo que me ha regalado… lo bueno… y lo malo… Por todo lo que me has hecho aprender, 2025, te quiero decir adiós con todo mi respeto, humildad y esperanza… y pedirte que abras esa puerta de luz al 2026, despidiéndote de él con todo lo poco o lo bueno que nos hayas dejado en este año, que ya se nos va…
Adiós, hasta siempre y gracias, 2025. Bienvenido, 2026…
Abrazaros y quereros mucho, que es gratis y no cuesta dinero.
Muy Feliz Año Nuevo, amig@s.
Muy, muy Feliz 2026.
Os abrazo,
Jorge Esquirol.
@elblogdejorgeesquirol






Un comentario
Me sumo a tu brindis para que cada uno de esos deseos se materialicen y tomen luz en este nuevo año que empieza. Necesitamos de un poco de esfuerzo de cada uno de nosotros para que se transforme en un mucho para todos. Un propósito individual para hacerlos realidad. Así, este mundo podría llegar a ser un lugar más justo y digno para vivir y poder poner una sonrisa a cada vida.
Yo, especialmente espero con ansia la llegada de este 1 de enero de 2026, al que añadiré a esos 12 deseos, ahora también míos, uno más.
Feliz 2026 a tod@s!