Hola a tod@s, ¿cómo estáis? Fiel a mi cita de cada viernes, aquí estoy de nuevo, con esta oportunidad que me da Dios y la vida para escribiros un nuevo artículo, el número 44 consecutivo de esta comunidad apodada y llamada:
@elblogdejorgeesquirol.
Justamente este es el capítulo que más me cuesta escribir y el que no hubiese querido escribir nunca, pero hay veces en las que uno no puede callar más, y esta es una de esas ocasiones.
Me cuesta empezar a escribir esto, como español, patriota y monárquico que soy, porque muchos de vosotros, demasiados, desde tantos países foráneos que me seguís, no os acabáis de creer lo que está sucediendo en mi querido país y patria, España.
Quiero que sepáis que este artículo/capítulo no es opinión, es la verdad pragmática y sincera que se vive en España, siendo una lamentable y triste realidad.
España vive hoy una de las etapas más oscuras de toda su historia y de la historia de la democracia, una democracia que se vacía, que se retuerce y que se convierte en un teatro donde el pueblo paga las entradas sin saber que los actores, los que gobiernan, ya no representan a nadie, ni siquiera a ellos mismos.
Vivimos en un país sin ley, donde se incumple la Constitución de una forma sistemática, donde no hay Presupuestos Generales desde hace dos años, donde no se celebra un Debate sobre el Estado de la Nación desde 2015, donde la separación de poderes está dinamitada, donde la impunidad es norma si perteneces a un partido, si tienes un cargo, si eres aforado. Donde el pueblo trabaja, paga impuestos, lucha por sobrevivir… y donde las colas para conseguir alimentos cada vez son más largas y de familias de clase media, y los de arriba se blindan, se enriquecen y se reparten los restos.
Los casos de corrupción ya no escandalizan a nadie, incluso se hacen bromas o «memes» de ellos, porque han sido normalizados. Lo último: el caso Koldo, un entramado de contratos millonarios de mascarillas en plena pandemia que salpica a antiguos asesores del Gobierno y toca de cerca al entorno del presidente Pedro Sánchez. No os hablo o escribo de rumores, de dichos y diretes, os hablo con el corazón encogido, porque nos están dejando morir como nación. Os escribo de la realidad de investigaciones judiciales, de pruebas, de imputaciones.
Están siendo investigados miembros del entorno familiar y político más cercano del propio presidente del Gobierno que, a pesar de todo, sigue con su cínica sonrisa y burlándose de todo y de todos. Y, mientras tanto, él como su entorno se limita a mirar hacia otro lado, a hablar de «campañas sucias» y a evitar cualquier responsabilidad.
Un Gobierno que debería ser ejemplo de transparencia y ética, y esto es justo lo contrario. El día a día en España se ha convertido en un escándalo en sí mismo.
Pero lo más grave no es solo la corrupción: es el intento de acallar a quienes investigan. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil —digna de mención—, que está destapando toda esta «mierda» y sacando a la luz lo robado, ha sufrido ataques y amenazas de muerte por parte de este Gobierno, así como intentos de desmantelamiento desde dentro del propio Estado. Se ha intentado cercenar su capacidad investigadora, debilitar sus recursos y poner trabas a sus pesquisas, porque cuando la corrupción toca tan alto, hay quienes prefieren acabar con la UCO antes que enfrentar —en su eterna cobardía— la verdad.
Y en todo este drama, la Casa Real guarda un silencio sepulcral: ni una palabra, ni una llamada al orden, ni una condena. España es un país monárquico, y Su Majestad el Rey, que constitucionalmente debería ser garante de la unidad y el bienestar de España, permanece mudo ante un ataque directo a la justicia y a la transparencia. ¿Dónde está la defensa del Estado de derecho? ¿Dónde la protección a los españoles honestos que exigen justicia?
Estamos solos, y cuando digo solos es absolutamente solos, y lo hemos comprobado catástrofe tras catástrofe.
En la pandemia se aplaudió a los sanitarios desde los balcones mientras se firmaban contratos irregulares con sobrecostes descomunales y con fiestas privadas de muchos de los integrantes del Gobierno actual. La llamada «compra de emergencia» sirvió de excusa para enriquecer a unos pocos con dinero de todos. Nunca se investigó a fondo, nunca se depuraron responsabilidades y el comité de expertos jamás existió. Y sí, el pueblo pagó con vidas, con muertos, con miedo, con ruina…
El volcán de La Palma dejó sin casas, sin vida y sin futuro a miles de canarios. Hoy en día, muchas ayudas siguen sin llegar, los afectados continúan esperando que alguien cumpla lo prometido.
Con la riada —vamos a dejar de una vez de llamarla DANA—, igual. Catástrofes naturales o «provocadas» que expusieron una verdad incómoda: cuando el pueblo sufre, el poder desaparece…
Pero lo más triste o duro es escribiros de la Ley ELA, otra promesa rota. Se aprobó en octubre de 2024 y se celebró como un logro, pero todo fue más de lo mismo: una farsa, y todo quedó en una mentira difuminada en un papel mojado.
La Ley ELA, que debería proteger y dar apoyo a miles de enfermos y a sus familias, sigue sin aplicarse por «falta de presupuesto». Desde entonces, más de 600 personas han muerto sin recibir la ayuda prometida. Y aquí quiero reflexionar, porque la muerte lenta de una sociedad también se mide en sus silencios.
La Seguridad Social, la que fue la mejor del mundo y creada por D. Francisco Girón de Velasco, es un caos. Conseguir una cita es una odisea, los consultorios, los médicos y los hospitales están saturados, las listas de espera en la sanidad pública son inhumanas. Los profesionales médicos están quemados y no dan abasto. Muchos sanitarios y docentes se marchan fuera porque aquí no se les respeta, y mientras tanto, los políticos gozan de privilegios indecentes: sueldos garantizados, pensiones especiales, dietas, asesores a dedo y, por supuesto, aforamientos… el blindaje perfecto para vivir de espaldas a la justicia y a la gravedad del destrozo y el mal que están haciendo al país.
Y muchos españoles que «viven» un calvario diario, ya sea por falta de comida, de trabajo, de una vivienda digna, que esperan desde hace meses una operación que no llega, una ayuda que les permita tener una vida digna… millones de esos españoles se preguntan:
¿Y dónde está el Rey? ¿No es su obligación constitucional velar por el funcionamiento de las instituciones, por la unidad de España y por el bienestar de los ciudadanos?
No se ha pronunciado sobre el caso Koldo.
No ha pedido explicaciones sobre las imputaciones en el entorno del presidente.
No ha alzado la voz por el abandono frente a la pandemia, el volcán de La Palma, la DANA o el apagón sufrido hace semanas.
No ha reclamado ni una sola vez que se aprueben los Presupuestos Generales o que se celebre el Debate sobre el Estado de la Nación.
No ha defendido a los ciudadanos, ni a las fuerzas de seguridad, ni a los sanitarios, ni a los jubilados, ni a los trabajadores. El silencio de, para mí respetable aún, Su Majestad el Rey es clamoroso, y me duele, y lo más triste es que no solo a mí.
Porque la partida presupuestaria de la Casa Real sale de nuestros bolsillos. Y si el jefe del Estado no cumple su función de moderador, de garante, de protector del orden constitucional… ¿para qué está?
¡¡España, despierta!! ¡¡Pero DESPIERTA YA!!
No podemos seguir permitiendo que un país rico en historia, cultura y talento se desangre bajo la corrupción, el abandono y el silencio cómplice.
No podemos resignarnos a vivir en un Estado fallido, donde las leyes son papel mojado, donde la justicia se dobla ante los poderosos y donde el Rey, que debería velar por todos, también mira hacia otro lado.
Este no es solo un problema político, es una crisis moral y social que amenaza con destruir el alma de España. El tiempo de la paciencia ha terminado: la desilusión y la desesperanza no pueden ser la herencia que dejemos a las futuras generaciones.
Por eso hoy, más que nunca, debemos romper el silencio. Debemos exigir rendición de cuentas, justicia real y transparencia absoluta. Debemos reclamar un Gobierno honesto, una Monarquía responsable y unas instituciones que defiendan al pueblo, no a sus propios intereses.
Este es el momento de decir basta, pero BASTA EN MAYÚSCULAS, y no solo con palabras, sino con actos. Es hora de levantar la voz, de participar y de no permitir que nos roben ni el país ni el futuro.
España merece más que este callejón sin salida.
España merece que despertemos.
Y ese despertar empieza contigo. Ahora.
Este artículo no es un panfleto, ni publicidad política, es un grito a través de mi escrito, un grito de rabia, de desesperación y de conmoción. Es un intento de sacudir conciencias. Dejemos de vivir adormecidos, adoctrinados, empobrecidos; dejemos de mirar a otro lado mientras nos vacían el futuro. Nos hemos acostumbrado a que nos mientan, nos roben, nos ninguneen.
No hay democracia sin ciudadanos valientes.
No hay justicia sin voces que se alcen.
No hay futuro sin memoria ni dignidad.
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Porque España no está perdida, pero necesita que la defiendas.
Hoy más que nunca, es la hora de contar con tu voz.
Jorge Esquirol.
@elblogdejorgeesquirol
Posdata:
¡Viva España!
2 respuestas
Viva España, Viva la Guardia Civil. Viva la UCO.
AM YISRAEL CHAI! (A que te jode eh, PerroSanche). Sanchez!:
🇺🇸🇮🇱 te estan haciendo la cama… En GUANTÁNAMO si cabe, con tus colegas yihadistas pelobrócolis y odiojamónes…
Ni los Soros le soportan ya!
Que te dijeron, Sanchez? Te lo digo?
Pedro, NO PUEDES HUIR SIN SUMERGIR ESPAÑA EN GUERRA CIVIL!
Lo intentas pero fracasas! Una y otra vez.
Llevo 22 años viviendo en España y jamás he visto tanta corrupción y decadencia política como el SANCHISMO. SANCHISMO Y SOCIALISMO NO ES LO MISMO.
Ambos son desastrosos, pero Sanchismo es pura MAFIA. Ni Ndrangheta,, ni Cosa Nostra, ni Camorra son así de criminales como la familia PSOE.
Jorge, muy bien escrito.
Muy muy de acuerdo , estamos o ya hemos normalizado la corrupción, estamos en el momento más delicado de un país, donde todo vale , donde ya no nos alarmamos , y donde el pueblo no despierta. Cada vez somos más vulnerables, más borregos y lo único que nos importa es reírnos con los memes de la corrupción. Donde antes el pueblo alzaba la voz , donde antes el pueblo salía a la calle , ahora lo hemos cambiado por hacer memes y reírnos de la corrupción. Dedicamos 2 minutos a pensar realmente en la problemática, en el presente y en el futuro, dedicamos 2 horas a los memes y dedicamos 10h al móvil, el cual nos a arrebatado las ganas , la fuerza , la unión, que antes sí teníamos. El pueblo duerme , y muchos duermen en coma. Lamentable