Hola a tod@s, ¿cómo estáis?, ¿cómo ha ido vuestra semana?
Aquí seguimos, un viernes más, ya en el capítulo 72 consecutivo de este blog que nació como un pequeño espacio de reflexión… y que hoy es un puente entre vosotros y yo, entre lo que escribo y lo que cada uno siente al leerse por dentro.
Hoy quiero hablaros de una emoción curiosa, casi invisible, pero que todos, absolutamente todos, hemos sentido alguna vez sin saber ponerle nombre.
La nostalgia del futuro.
Sí, habéis leído bien.
Nostalgia… del futuro.
Y es que no solo sentimos añoranza por lo que ya vivimos. También, aunque parezca extraño, la sentimos por aquello que todavía no ha ocurrido. Por lo que intuimos. Por lo que presentimos. Por lo que imaginamos que podría llegar algún día.
La nostalgia del futuro aparece cuando algo dentro de ti se adelanta a los acontecimientos. Cuando el corazón va por delante de la vida. Cuando presientes un lugar donde aún no has estado, una emoción que aún no ha sucedido, una versión de ti que todavía no existe… pero que ya empieza a llamar a tu puerta.
Permitidme que os lo explique desde dentro.
Esta nostalgia no nace del pasado, sino de la intuición.
Es ese susurro que te dice que algo bueno, o importante, está en camino, aunque todavía no tenga forma.
Es esa sensación que se clava sin hacer ruido, como si el tiempo se doblara un instante para dejarte tocar lo que aún no ha llegado.
Y sí, puede sonar poético, pero es profundamente real.
Todos hemos sentido alguna vez esa especie de emoción anticipada.
Ese presentimiento que no sabes explicar.
Ese “no sé qué” que te hace mirar hacia adelante con una mezcla de alegría, vértigo y esperanza.
Porque la nostalgia del futuro no es tristeza.
Es expectativa emocional.
Es el alma diciendo: «algo te espera».
Es la vida preparándote, incluso antes de que tú sepas para qué.
Lo más hermoso de esta emoción es que revela algo que solemos olvidar:
no solo somos lo que hemos vivido, también somos lo que estamos llamados a vivir.
La nostalgia del futuro se presenta en épocas de cambio, en momentos en que la vida se mueve por dentro, aunque por fuera todo parezca igual. Es ese instante en que intuyes que nada volverá a ser exactamente lo mismo, aunque no sepas todavía hacia dónde vas.
Es una emoción que a veces da miedo, claro.
Porque el futuro siempre impone.
Porque avanzar implica soltar.
Pero también es una emoción preciosa porque anuncia crecimiento.
La nostalgia del futuro es, en realidad, una forma suave de esperanza.
Es la antesala de los momentos que te transformarán.
Es el puente entre tu presente y la mejor versión de ti.
Es la vida pidiéndote que confíes, que camines, que no te bloquees, que no te rindas.
Y permitidme que os cuente algo importante:
Esta nostalgia demuestra que dentro de nosotros siempre hay un lugar en movimiento.
Un lugar que sueña.
Un lugar que imagina.
Un lugar que presiente.
Un lugar que aún no ha vivido… pero ya siente.
Cuando sintáis nostalgia del futuro, no la temáis.
Escuchadla.
Porque es la emoción que aparece cuando algo bueno se acerca.
Cuando una puerta está a punto de abrirse.
Cuando una etapa se está gestando.
Cuando la vida quiere empujaros hacia un sitio más bonito, más pleno, más vuestro.
Y si me permitís un consejo muy mío, muy de este blog:
No frenéis lo que sentís por miedo a lo que aún no veis.
El alma sabe antes que la mente.
Siempre.
La nostalgia del futuro no viene a confundiros, viene a acompañaros.
Es el corazón avisando de que lo mejor aún no ha pasado.
Y eso, amig@s… es un motivo enorme para seguir caminando.
Nos vemos el próximo viernes, Dios mediante.
Y recordad, a pesar de todos los problemas que nos ponga la vida…
«Sed muy felices, por favor»
Estéis donde estéis, en cualquier país del mundo,
os abrazo.
Jorge Esquirol
@elblogdejorgeesquirol
