«Navidad, volver al pesebre»

Navidad
«Navidad, volver al pesebre»

Hola a tod@s, ¿cómo estáis? ¿Cómo estáis viviendo estos días previos a la Navidad?

Llega el último viernes antes de Nochebuena y hoy no quiero escribir un artículo más; tan solo quiero detenerme. Hoy quiero reflexionar, quiero felicitar la Navidad, sí… pero hacerlo desde el lugar donde nació realmente.

Desde el pesebre.

Porque si algo me ronda el corazón estos días es una pregunta tan sencilla como incómoda:

¿Qué estamos celebrando realmente cuando celebramos la Navidad?

La Navidad no nació entre luces, ni mesas llenas, ni regalos envueltos en papel brillante; la Navidad nació en silencio… nació en la pobreza más absoluta.

La Verdadera Navidad nació en la humildad, en un establo, entre pajas, con un buey y una mula, con una madre joven y un padre silencioso, y con un Niño que vino al mundo sin nada… para dárnoslo todo.

Y, sin embargo, dos mil años después, hacemos justo lo contrario.

Cristo nació sin posesiones, y nosotros celebramos su nacimiento poseyéndolo todo.
Cristo nació en la sencillez, y nosotros celebramos su llegada desde el exceso.
Cristo nació en el silencio, y nosotros ahogamos su voz entre ruido, prisas y consumo.

No escribo esto desde el juicio; escribo desde mi fe como católico y siempre con respeto hacia las ideologías propias de cada uno, y lo escribo desde mi propia conciencia, porque yo también formo parte de este mundo, porque yo también caigo, muchas veces, en la «Navidad de escaparate».

Pero, amig@s, la verdadera Navidad no está ahí.

La auténtica no se mide por lo que compramos, sino por lo que compartimos; no se mide por lo que ponemos en la mesa, sino por a quién sentamos en ella; ni se mide por lo que gastamos, sino por lo que damos.

Jesús no pidió manjares, no pidió oro, no pidió abundancia.
Pidió amor.
Pidió misericordia.
Pidió humildad.
Pidió que nos miráramos unos a otros como hermanos.

Y eso, precisamente eso, es lo que más estamos olvidando.

Celebramos la Navidad hablando de familia, pero dejamos a muchos solos, y lo más triste es que en muchos casos no nos damos cuenta de que quizá ya no haya otra Navidad.

Hablamos de paz, pero no la practicamos.
Hablamos de amor, pero lo condicionamos.
Hablamos de Dios, pero lo apartamos cuando estorba a nuestra comodidad.

La Navidad cristiana no es un evento social, es un acontecimiento espiritual; es Dios haciéndose pequeño para que dejemos de creernos grandes, es Dios entrando en la pobreza para recordarnos que la riqueza verdadera no se compra y Dios naciendo en un pesebre para decirnos que no necesitamos tanto para vivir con sentido.

Quizá la Navidad debería hacernos reflexionar un poco más: reflexionar porque hemos cambiado el pesebre por el escaparate, analizar porque hemos cambiado el silencio por el ruido y darnos cuenta de por qué hemos cambiado la fe por la costumbre.

Y, aun así, Dios vuelve a nacer cada año.
Vuelve a insistir.
Vuelve a esperar.

Eso es lo más hermoso del cristianismo: Dios no se cansa de nosotros.

En esta, no te pido que renuncies a todo, no te pido que varíes tus costumbres, ni que cambies tus planes ni que no lo celebres o disfrutes; nunca se me ocurriría tal osadía.

Te pido algo mucho más sencillo y mucho más profundo:
recuerda el porqué de lo que estás celebrando.
Recuerda que la Navidad no es lo que rodea al Niño, sino el Niño mismo.
Recuerda que la Navidad no es abundancia, sino presencia.
Recuerda que la Navidad no es tener más, sino amar mejor.

Si esta Navidad conseguimos ser un poco más humildes, un poco más humanos, un poco más conscientes… entonces Cristo no habrá nacido en vano.

Y si al menos hoy, leyendo estas líneas, alguien decide volver al pesebre, entonces habrá merecido la pena escribirlas.

Os deseo una Navidad verdadera.
Una Navidad sencilla.
Una Navidad con fe.
Una Navidad donde Dios tenga un sitio en tu mesa y corazón… aunque sea pequeño.

Nos vemos el próximo viernes, Dios mediante.

Y recordad, a pesar de todas las vicisitudes que nos pueda poner la vida…
«Sed muy felices, por favor»

Estéis donde estéis, en cualquier país del mundo, os deseo una feliz y gran Navidad a tod@s y cada uno de vosotr@s.

Os abrazo y os quiero.
Jorge Esquirol.
@elblogdejorgeesquirol

Un comentario

  1. Cuanta razón, Jorge, tendemos a no ver más allá de lo impuesto y magnificamos lo que es sencillo. Seamos más humildes y miremos en ese origen porque es al que hay que dar valor. Otro gran viernes de reflexión, el número 73 en tu blog.
    Gracias. Y Feliz Navidad!

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