Hola a tod@s, ¿cómo estáis? ¡Cómo pasa el tiempo! Y más en verano, con tantas actividades que a mí se juntan. Este es mi blog personal: @elblogdejorgeesquirol, junto a otros proyectos en marcha y, sobre todo, estando inmerso en la gira literaria de mi segundo libro «La Pirámide del Alma», donde el martes hicimos la segunda parada en la monumental Escuela de Antiguo Comercio de Gijón.
Gijón siempre ha tenido un lugar especial en mi corazón. Esta semana regresé, y aunque no era la primera vez, sí fue totalmente distinta.
Habían pasado muchos años desde la última, y ahora el motivo era otro.
Nos desplazamos con todo el equipo que me acompaña, y mi silencio era cómplice de mi emoción contenida, con la sensación de que algo importante estaba a punto de suceder. Y entonces, al fondo, apareció la Playa de San Lorenzo. Fue como si alguien encendiera una vieja película dentro de mí, y no una cualquiera: la mejor versión de cualquier film galardonado con los mejores premios, la de mis veranos, la de mi infancia, la de esa versión más pura y libre de mí mismo.
Sentí un nudo en la garganta sin necesidad de palabras. Todos mis recuerdos aparecieron delante de mí, nítidos, intactos, como si el tiempo no hubiera pasado.
Recordé los días de arena y bocadillos, los chapuzones sin final, los castillos que el mar siempre se llevaba pero que nunca dejábamos de construir.
Recordé a mi familia, las risas, las conversaciones con acento de mar y las tardes que se alargaban sin reloj.
Volver a Gijón fue regresar a todo eso, a quien fui, a quienes aún somos cuando nos permitimos sentir.
El motivo visible de este regreso era, como os he escrito y sabéis muchos, la presentación de «La Pirámide del Alma», mi libro. Pero, en realidad, el viaje fue mucho más allá.
Nada más pisar la ciudad, supe que estaba entrando en un territorio emocional. Cada calle, cada fachada, cada banco frente al Cantábrico tenía algo que decirme. La brisa me hablaba, y ese olor a salitre… a ese salitre del mar Cantábrico, ese olor fue como un mensaje cifrado que mi alma entendió al instante. El mar de Gijón, el mar Cantábrico, no se limita a ser ni a estar, se siente… te envuelve y te despierta.
La presentación fue preciosa. Hubo algo que, al entrar en la Antigua Escuela de Comercio, me hizo sentir en casa: rodeado de miradas cálidas, de personas conocidas y de otras que no conocía, pero con las que compartía algo profundo.
Hablé de mi libro, sí, pero también hablé de mí, de todo lo que «La Pirámide del Alma» representa: la búsqueda, la memoria, el alma. Sentí que cada palabra que salía de mí tenía sentido, porque estaba donde tenía que estar, allí, donde el mar también había sido testigo de tantas versiones de mí mismo.
Hay lugares que son más que coordenadas geográficas, son pedacitos de nuestra historia y legado, y Gijón es uno de esos lugares para mí. Y la Playa de San Lorenzo no es solo una playa, es un espejo. Miré al horizonte y, en su reflejo, entendí que a veces necesitamos volver para seguir avanzando, que regresar no es retroceder, sino abrazar lo que somos, que oler el salitre no es solo respirar el mar, sino recordar quién fuiste cuando eras más tú.
No pude evitar emocionarme. Caminé por el paseo, dejé que la brisa me despeinara, que los recuerdos me acariciaran, que la nostalgia se instalara sin permiso, pero fue una nostalgia dulce, de esas que no duelen, sino que abrazan.
Sentí gratitud…
Sentí paz…
Y sentí también una certeza: todos necesitamos, de vez en cuando, volver al lugar donde todo empezó.
Volver allí fue reencontrarme con mi familia, aunque no estuvieran físicamente allí. Fue sentir la presencia de los que ya no están y también la de los que, de alguna forma, siempre me habitan. Fue un diálogo invisible con mi niño interior, ese que corre por la orilla sin miedo al oleaje, ese que aún sueña, ese que aún cree.
Al regresar a casa, en el coche y dejando la ciudad atrás, anocheciéndonos en el coche, supe que este viaje me había dejado huella, que había sido mucho más que una presentación literaria.
Gracias, Gijón, por recibirme una vez más con tu mar abierto, con tu gente luminosa, con tu salitre que sana.
Gracias por recordarme que, pase lo que pase, siempre puedo volver, que nunca estamos tan perdidos como creemos cuando recordamos de dónde venimos. Y que, al final, lo importante no es llegar lejos, sino saber regresar.
Porque en un mundo que gira tan rápido, detenerse a oler el salitre y el mar… también es avanzar y recordar.
Jorge Esquirol
@elblogdejorgeesquirol
Posdata:
Gracias Lorena, José y esa amiga vuestra de la que no recuerdo el nombre, pero a quien me despedí con todos mis mejores deseos para su país, Ucrania. Y os doy las gracias no solo por asistir —que fue una verdadera alegría contar con vuestra presencia— ni por el ratillo que echamos luego —que se me hizo realmente corto, pero maravilloso—, sino porque este, mi segundo libro, nació y creció en la paz de la buhardilla de vuestra casa.
Gracias a Luminita y a su amiga María, a una señora muy especial, llamada también María, que con 76 años se desplazó desde su ciudad, y cuya conversación tras finalizar el evento me cautivó el alma.
Gracias a todo mi equipo, que me acompaña a donde vaya; a mi asistente personal, Mery; a mi hermanito “Diego”; a todo mi soporte audiovisual de la productora Cotilla Films, liderado por mi amigo, el gran Manuel Ortega (os invito a observar su trabajo en las fotos y videos de las dos presentaciones que llevamos hasta el momento, en la pestaña medios y en la sección “Tour: La Pirámide del Alma 2025/2026”). Qué grandes sois y qué grande eres, compañero.
Gracias a la Antigua Escuela de Comercio de Gijón, por su trato y su gran programación cultural.
Y, sobre todo, a los que estáis lejos o cerca, y que no pudisteis asistir, pero que siempre me deseáis toda la suerte del mundo, que me aconsejáis, me protegéis, me cuidáis y me queréis, quiero que sepáis que os llevo a mi lado y que es recíproco, porque jamás dejo de pensar en vosotros.
Gracias, Vida, porque es maravilloso vivirte.
Sed muy felices, por favor.
4 respuestas
Qué bonito ese regreso a Gijón y rememorar todos esos bonitos recuerdos. Ahora tú aportas a esa tierra presentándole tu obra y llenando esa tarde de magia junto a sus gentes. Enhorabuena. Y ahora, a seguir disfrutando de este camino de gira que has empezado y que te ha traido y traerá tantos inolvidables momentos.
También quiero añadir que el video de la presentación en Gijón es espectacular. 👏🏼👏🏼👏🏼
Qué mensaje tan bonito María ¡gracias de corazón!
Volver a Gijón y sentir que los recuerdos de infancia se mezclaban con los de ahora ha sido algo muy especial. Presentar La Pirámide del Alma allí, rodeado de personas tan cálidas y con esa energía tan auténtica del norte, fue realmente mágico.
Me alegra muchísimo que hayas visto el vídeo y que te haya gustado… fue una tarde llena de emociones que no olvidaré jamás.
Gracias por acompañarme también en este nuevo camino que empieza. Lo mejor de todo es sentirme tan bien acompañado.
Un abrazo enorme, ¡y seguimos!
Que bonito todo lo que dices, yo conozco l ciudad de Gijón donde además me tomé mi primera sidra.
La playa de San Lorenzo preciosa, y recuerdo un paseo sensacional.
Me alegro de que hayas disfrutado de la presentación de tú nueva novela, y que Gijón te haya transportado a los recuerdos de la niñez. Recordar es maravilloso y más cuando esos recuerdos ha dejado huella en nosotros.
¡Qué ilusión leer tu mensaje Antonio!
Gijón tiene ese algo especial que se queda grabado, ¿verdad? Me alegra saber que tú también guardas recuerdos bonitos de allí… y esa primera sidra, ¡inolvidable!
La playa de San Lorenzo, el paseo, el mar, el aire… todo en Gijón invita a detenerse y sentir. Y sí, presentar La Pirámide del Alma allí fue como cerrar un círculo con mi infancia, con mi historia.
Gracias por compartir tu emoción conmigo y por acompañarme en este viaje de letras y memoria.
Un abrazo muy grande desde el norte