«Reencuentros y nuevos comienzos»

Reencuentros
«Reencuentros y nuevos comienzos»

Hola a tod@s. ¿Cómo estáis? Pues, otro viernes más y ya 5 de septiembre. ¿Cómo va esa vuelta a la normalidad o la rutina? Imagino que, en algunos casos, es duro; pero vamos a quedarnos con la parte positiva, siempre desde mi peculiar manera de observar la vida, compartiendo pensamientos, recuerdos y reflexiones que, como cada viernes —ya son 58 consecutivos—, nos acompañan semana tras semana.

Septiembre siempre ha sido un mes especial para mí, porque marca la vuelta a la rutina, los cambios en el calendario y la oportunidad de nuevos comienzos. Además, es mi cumpleaños: un instante que invita a mirar atrás con serenidad, valorar lo aprendido y soñar con lo que aún está por venir. Es un mes que, por lo menos para mí, combina nostalgia, ilusión, compromiso y promesa personal, un tiempo en el que el otoño se asoma lentamente y nos recuerda que todo en la vida es un ciclo que se renueva constantemente.

Hay algo en septiembre que hace que nos detengamos, aunque sea por un momento, a pensar en nuestra vida, en nuestras metas personales, en lo que nos importa de verdad y en cómo queremos vivir los próximos meses. El cambio de estación y la entrada del otoño trae consigo una energía sutil: días más cortos, luz distinta, aire más fresco y colores que transforman la ciudad y también nuestro ánimo.

Es imposible no sentir que septiembre nos da una oportunidad para replantearnos hábitos, reorganizar nuestra agenda, estudiar nuevas posibilidades, abrir nuevos caminos y conectar con nosotros mismos de una manera más consciente.

A veces, los nuevos comienzos no necesitan ser espectaculares; pueden surgir de cosas pequeñas: decidir levantarnos un poco antes para disfrutar de un café tranquilo, retomar la lectura que dejamos pendiente, escribir unas líneas que habíamos dejado en el olvido o simplemente dedicar tiempo a observar cómo cambian los colores de los árboles. Todas estas cosas o actos son gestos mínimos que, con el tiempo, construyen cambios profundos, porque nos permiten reconectar con nuestra esencia y con aquello que realmente nos hace sentir bien y nos hace sentir vivos.

Este inicio de septiembre me ha hecho pensar mucho en los reencuentros: reencuentros con amigos que no vemos desde hace tiempo, con lugares que habíamos olvidado, con proyectos que quedaron a medias antes del verano —como «invernando», esperando arrancar septiembre— y con partes de nosotros mismos que habían quedado aparcadas en la rutina diaria. Cada uno de estos reencuentros nos ofrece la posibilidad de reflexionar, aprender y decidir qué queremos mantener en nuestra vida y qué estamos dispuestos a dejar ir. Y es curioso cómo esos pequeños encuentros, sean con personas o con recuerdos, pueden transformar nuestro ánimo y nuestra manera de afrontar los días, y arrancar de nuevo nuestro motor interior para direccionarlo de una manera correcta.

Reflexionar sobre la vida en septiembre también significa aceptar que hay cosas que no podemos controlar: las decisiones de otros, los cambios inesperados, las oportunidades que llegan y se van… Todo forma parte de un entramado complejo y, sin embargo, en medio de esta incertidumbre, hay un lugar seguro que siempre podemos habitar: nuestro propio interior.

Tomarnos un tiempo para escuchar nuestras emociones, para preguntarnos cómo nos sentimos realmente y para reconocer lo que necesitamos es quizás el regalo más importante que septiembre nos ofrece.

Acabo de llegar de dar un paseo por mi ciudad, Madrid, antes de ponerme a escribiros este nuevo capítulo/artículo, y he sentido cómo el aire se ha vuelto más fresco. Me he dado cuenta de que mis momentos de introspección pueden surgir en los lugares más inesperados: en la fila del supermercado, esperando a que alguien termine de pagar; en un banco del parque mientras escucho el murmullo de la ciudad; o incluso mientras espero el sonido del autobús o del metro que me llevará a otra parte… Todos esos segundos, aparentemente insignificantes, se convierten en pequeñas oportunidades para hacernos sentir presentes y para plantearnos preguntas que tal vez llevábamos tiempo sin hacer.

Septiembre también invita a mirar hacia adelante con cierta ilusión contenida. Es un mes en el que podemos establecer objetivos que nos acompañen durante los próximos meses, pero sin la presión de los grandes cambios inmediatos. Es un mes donde podemos planificar pequeñas metas personales, organizar nuestro tiempo de manera consciente o simplemente decidir dedicar más atención a aquello que nos hace felices y que puede transformar nuestro día a día. Lo importante no es la magnitud del cambio, sino la intención con la que lo realizamos.

Me gusta pensar en este mes, septiembre, como un puente: un puente entre lo que dejamos atrás y lo que queremos alcanzar, entre el verano que se aleja y se despide con sus recuerdos cálidos y el otoño que llega con promesas de renovación. Es un mes que nos invita a observar nuestra vida con calma, a mirar qué queremos mantener, qué queremos transformar y qué simplemente queremos disfrutar tal como es. Y, mientras pienso en todo esto, no puedo evitar sentirme agradecido por los años vividos, por los aprendizajes acumulados y por la posibilidad de continuar construyendo mi camino, paso a paso e instante a instante.

Cumplir años en septiembre me recuerda la importancia de celebrar la vida, de disfrutar de los detalles que nos rodean y de reconocer la belleza de lo cotidiano; de no olvidarme de mi familia que, aunque perdida, me dio la vida; de todas sus enseñanzas…

Septiembre, para mí —como podréis leer—, es un mes especial, en el que trato de seguir con mi vida humilde, con mis gestos generosos, muy lejos de logros espectaculares; donde trato de vivir los pequeños instantes de claridad con intensidad, con risas compartidas y con silencios que nos permiten reconectar con nosotros mismos y con los demás.

Cada uno de estos momentos tiene un valor incalculable para mí y, si los aprendemos a ver, nos enseña a vivir con mayor atención y gratitud.

El otoño, con su cambio de luz y de colores, se convierte así en un aliado perfecto para la reflexión personal; quizá sea mi temporada preferida para la meditación y el crecimiento personal. Puedo observar las hojas de los árboles caer lentamente y, en paralelo, viéndolas «bambolearse» o «mecidas» por el viento, me dictan y recuerdan que soltar también es necesario para dejar hueco para lo nuevo; que hay ciclos que se cierran y que abrir espacio para las cosas nuevas que te ofrece la vida no significa perder lo que ya vivimos, sino permitir que nuestra vida siga creciendo y transformándose. Es un recordatorio de que cada etapa tiene su tiempo y que cada instante, por sencillo que parezca, es una oportunidad para aprender, sentir y avanzar.

Septiembre es también un mes de reconexión con nuestros proyectos, con aquello que nos apasiona y que a veces dejamos en pausa por la rutina. Tiempo de revisar viejas ideas, reorganizarnos a nosotros mismos, plantear nuevos pasos en nuestro camino y simplemente sentir curiosidad por lo que aún podemos crear. Todo ello nos permite mantener una vida interesante y llena de sentido. Cada pequeño avance, cada decisión consciente, nos acerca a lo que queremos ser, sin necesidad de grandes gestos ni de presiones externas.

Hay algo profundamente reconfortante en la rutina que vuelve después del verano; yo considero fundamentales los horarios, las costumbres y los hábitos que retomamos, que pueden ser también una manera de cuidarnos. Tomarnos el tiempo para organizar el día, preparar un espacio que nos inspire y planificar momentos de descanso y de disfrute son actos sencillos que fortalecen nuestro bienestar y nos preparan para aprovechar los nuevos comienzos que el mes nos ofrece.

Este septiembre, mientras celebro mi cumpleaños y observo cómo la ciudad cambia de ritmo, me detengo a pensar en la importancia de los pequeños detalles: un gesto amable en un simple paso de cebra, una conversación sincera, un momento de silencio o una decisión consciente que nos acerque a lo que realmente valoramos y a lo que realmente somos.

Son estos instantes los que construyen la vida que queremos vivir; los que nos recuerdan que siempre hay espacio para crecer y creer, para disfrutar y para reinventarnos, sin necesidad de grandes fórmulas ni palabras vacías de contenido y huecas de significado.

Mirar hacia el futuro en septiembre significa también aceptar la permanencia de las cosas y la belleza de los cambios. Cada día nos ofrece oportunidades de aprendizaje y de introspección, y cada experiencia, por sencilla que sea, nos permite descubrir algo nuevo sobre nosotros mismos.

Deseo con toda mi ilusión que te sirva y os sirva a tod@s mis lectores para recordar que nuestra vida es un tejido de momentos… de decisiones… y de emociones… y que en nuestra mano e intención está elegir cómo los vivimos y cómo dejamos que nos transformen, afecten y nos ayuden a avanzar, aunque muchas veces el retroceso es parte del proceso.

Os deseo que septiembre os encuentre abiertos, atentos y siempre, siempre, agradecidos; que cada día nos inspire a actuar con intención, a cuidar de nosotros mismos, a disfrutar de los detalles y a avanzar hacia lo que deseamos, sin prisas (tampoco con pausas), con calma y con alegría; que este mes nos recuerde que los nuevos comienzos no necesitan palabras grandilocuentes: basta con nuestra curiosidad, nuestra intención y la capacidad de vivir el presente.

Bienvenido, septiembre: un mes repleto de recuerdos e introspección para mí, de reencuentros y descubrimientos, de proyectos de vida personales que cada día nos permitan reconectar con nuestra vida, con nuestro verdadero yo y con aquellos momentos simples que nos hacen sentir en verdadera plenitud. Espero poder celebrar y disfrutar de mi cumpleaños —aunque falte mucha gente—, pero con quienes quiero y, sobre todo, con tod@s vosotros, que, cada semana, y desde tan diversas partes del mundo, me leéis. Alzaré mi copa por vosotros para que las pequeñas victorias las celebréis como grandes, pero sobre todo con la certeza de que siempre hay espacio para aprender, sentir y avanzar.

Que este mes nos recuerde a tod@s que la vida es un continuo camino de transformación y que, aunque los días cambien y las estaciones pasen, siempre podemos elegir cómo vivir cada instante y el camino adecuado, para poder decir «hola» o «adiós».

Os abrazo y os quiero.

Jorge Esquirol.

@elblogdejorgeesquirol

5 respuestas

  1. ¡Menudo escrito! ¡Muchísimas felicidades Virgo! Cada renglón es sensibilidad pura. Gracias siempre a Laura de @porlasonrisadeelenita por haberte nombrado. Has sido mi regalo de verano. Un abrazo muy fuerte.

    1. ¡Qué ilusión leer tus palabras!Gracias de corazón por tu sensibilidad y por regalarme este comentario tan lleno de afecto. Que mis escritos lleguen a ti de esta manera es, sin duda, el mejor regalo que puedo recibir.

      Y sí, gracias también a Laura de @porlasonrisadeelenita, porque a veces la vida se encarga de unir caminos que, de otra manera, quizás nunca se habrían cruzado. Esa es la magia de compartir y de abrirse: siempre hay alguien que recibe, alguien que siente y alguien que, como tú, transforma lo que lee en un abrazo sincero.

      Me emociona saber que he podido formar parte de tu verano con palabras, que en el fondo son solo un reflejo de lo que todos llevamos dentro. Ojalá podamos seguir compartiendo este viaje de emociones, reflexiones y vida.

      Un abrazo para ti Virtudes.

  2. Qué bonito y qué profundo!
    Finalmente no he podido esperar a mañana para leerlo, como había pensado, y lo he hecho ahora antes de dormirme.
    Ese mirar a nuestro interior, del que hablas, y conversar con nosotros mismos a mí me sirve para estar en armonía conmigo misma, observarme y cuidarme.
    Para mi, son muy valiosas mis reflexiones pues… me llevan a tomar grandes decisiones y/o llegar a soluciones que mejoran mi vida.
    Y ya sí que me despido, de todos vosotros y de la luna, a la que veo desde mi ventana, mientras escribo estas lineas y que me transmite su brillo y su luz.
    El sueño me vence. Pero, antes, quiero
    agradecerte, Jorge, el buen momento vivido al leer tu capítulo. Gracias.

    1. Qué maravilla leer tu mensaje antes de que te venciese el sueño. Me emociona saber que mis palabras te han acompañado en ese instante tan íntimo, frente a la luna y en calma contigo misma.

      Coincido plenamente contigo: mirar hacia dentro y conversar con uno mismo es una de las mayores formas de cuidado. Y lo que compartes me recuerda algo esencial: que esas reflexiones que brotan en silencio son las que, muchas veces, nos guían hacia decisiones que cambian nuestra vida.

      Gracias a ti por regalarme este momento y por dejarme formar parte de tu noche. Que descanses y que la luna, que tanto inspira, siga iluminando tus pensamientos y tus pasos.

      Un fuerte abrazo María.

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