Hoy, en este viernes número 69 consecutivo de este mi blog y el tuyo, de esta ya comunidad llamada: @elblogdejorgeesquirol, quiero hablarles directamente a vosotros, sin filtros ni apariencias, a quienes me leen desde sus casas en USA, desde un café en México, desde un metro ruidoso en España, desde un aeropuerto de cualquier lugar del mundo, desde una madrugada en Colombia o desde Canadá, Suiza, Alemania, Países Bajos, Rumanía, Noruega o en un rincón que ni siquiera puedo imaginar pero que existe porque vosotros estáis ahí, leyéndome.
Este capítulo es para todos vosotros.
Y al mismo tiempo, es para cada uno.
Vivimos en un planeta que compartimos (o eso quiero creer yo), pero lo cierto es que cada persona lleva un planeta propio adentro, un mundo privado lleno de dudas, preguntas, miedos, sueños, contradicciones y decisiones que nadie más ve.
Y hoy quiero provocar en vosotros ese mundo interior.
Moverlo un poquito…
Sacudirlo aunque sea un centímetro…
Porque estamos en un momento de la historia en el que la humanidad ha aprendido a hablar más fuerte, más rápido y más lejos… pero no necesariamente a pensar más profundo.
Y ahí es donde quiero que reflexionemos juntos.
Os quiero hablar de lo que yo denomino el ruido global y el eco personal.
Desde cualquier país donde estés leyendo esto, seguramente te pasa algo que nos pasa a todos: el mundo te exige que tengas una opinión inmediata, sobre todo; que estés informado, indignado, actualizado y conectado; que reacciones, que produzcas, que respondas, que demuestres como un «corderito adoctrinado» al antojo de los que tienen poder.
Pero nadie nos enseña a parar y a pausar.
Y sin pausa, no hay reflexión.
Sin reflexión, no hay dirección.
Y sin dirección, terminamos viviendo vidas que no elegimos, que no son las nuestras y de las que somos burdos imitadores baratos.
Cada uno de vosotros y nosotros llevamos un planeta dentro que a veces está en guerra con lo que pasa afuera, y lo más provocador es que todos, absolutamente todos, sin importar nacionalidad, idioma o cultura, compartimos ese conflicto silencioso, con enojo, incluso llegando al estrés, a la ansiedad y, lo más preocupante, al odio.
¿Has notado la cantidad de decisiones que tomas por inercia?
¿La cantidad de opiniones que repetís sin cuestionar?
¿La cantidad de veces que pedís permiso para ser quién eres?
Pensamos que somos libres, pero muchas veces solo seguimos el guion que nos han prestablecido y nos dieron la separata, de nuestro personaje a interpretar.
Es totalmente cierto que es una verdad incómoda, y que todos la intentamos evitar.
Voy a decir algo que tal vez incomode, y justo por eso mismo os lo quiero expresar:
La mayoría de la gente vive en piloto automático, en esa rutina incómoda y tediosa.
Sí, incluso tú.
Incluso yo.
Incluso quien jura y perjura banalmente, mintiendo, que no.
A veces parecemos turistas en nuestra propia vida.
Defendemos rutinas que nos cansan.
Sostenemos conversaciones que no sentimos.
Posteamos cosas que no pensamos.
Trabajamos en cosas que no amamos ni nos satisfacen.
Vivimos semanas enteras sin preguntarnos nada a nosotros mismos y a la gente que queremos.
Y eso, aunque sea doloroso, es universal.
Le pasa tanto a quien me lee desde un país gigante como desde un pueblo pequeño donde todos se conocen.
Entonces… ¿qué hacemos o qué solución encontramos para eso?
Pero no nos pongamos dogmáticos y mucho menos pesimistas, hay un momento en nuestras vidas en que nuestro planeta interior despierta.
Todos tenemos un punto de quiebre.
Un instante mínimo donde sentimos que algo no da más de sí en nosotros.
Puede ser un cansancio que se vuelve crónico.
Una conversación que nos deja vacíos.
Un silencio que pesa demasiado.
Una pregunta que ya no podemos ignorar ni evitar.
Ese momento, que parece personal, en realidad es global: miles de personas en cientos de países lo sienten cada día.
Y, aunque suene paradójico, ese desconcierto es un verdadero regalo.
Es la alarma que te avisa que tu planeta interior está pidiendo y requiriendo atención.
Que quiere que lo escuches de verdad.
Que necesita que, aunque sea una vez por semana, te detengas a preguntarte: ¿Estoy viviendo mi vida o una versión prestada de ella?
Si este artículo quiero que logre algo, quiero que sea eso:
que te hagas preguntas que te puedan incomodar un poco, o quizá demasiado.
Quiero transmitiros la provocación necesaria.
Dejarme incomodaros con estas preguntas que no tienen nacionalidad ni raza:
¿Qué parte de tu vida estás sosteniendo solo por costumbre?
¿Qué versión tuya ya no te representa, pero seguís actuando como si fuera así?
¿A qué cosas les das importancia solo porque todos lo hacen?
¿Cuándo fue la última vez que cambiaste de opinión sin sentir vergüenza?
¿Cuántas veces justificaste con “no tengo tiempo” algo que sí hubieras podido hacer si tuvieras coraje?
Si estas preguntas te molestan, es buena señal; significa que tocaron algo vivo, que sigue latiendo dentro de ti.
Si nos metemos en materia más profunda, os querría hablar de un planeta compartido y millones de planetas internos.
Aquí está lo irónico:
Nos obsesionamos por cambiar el mundo exterior, pero ignoramos que el verdadero mundo que necesitamos cambiar primero está dentro de cada uno de nosotros.
Y ese mundo interior sí depende de ti.
No del país donde vives.
No del gobierno.
No de tus padres o familia.
No de tu jefe.
No de tus amigos.
Simplemente y verdaderamente de ti.
Tu planeta interior tiene su propio clima, sus tormentas, sus estaciones, sus terremotos, sus amaneceres, y cuanto más lo entiendas, más vas a entender el mundo que te rodea.
Porque, al final, os aseguro que lo global empieza en lo personal.
Lo colectivo nace en la intimidad de cada uno de nosotros y lo universal se construye desde lo que eres cuando nadie te ve.
Os propongo un compromiso pequeño, pero transformador.
Este viernes, en este capítulo 69, quiero proponerte algo:
La próxima semana, regalarte diez minutos diarios de absoluta honestidad.
Diez minutos para pensar sin ruido.
Sin respuestas rápidas.
Sin exigencias externas.
Sin el personaje que muestras al mundo.
Solo vos contigo mismo.
Hazlo en cualquier parte del planeta donde estés.
Si estás en medio de una ciudad gigante, busca una pausa.
Si estás en un lugar tranquilo, aprovéchalo.
Si estás viajando, mejor aún, aprovecha el silencio.
Y cuando vuelvas a tu planeta interior, pregúntate:
¿Qué estoy sintiendo de verdad?
¿Qué necesito?
¿Qué necesito soltar?
¿Qué quiero empezar de cero?
Te doy mi palabra de algo:
Lo que aparezca en ese silencio y en esas respuestas puede cambiar cosas y el rumbo de tu vida.
Para cerrar este nuevo artículo, que soy consciente de que para muchos ha sido intenso, quiero cerrar con estas pequeñas frases:
Gracias por estar del otro lado, desde cualquier parte del mundo.
Este ritual de los viernes no existiría sin todos vosotros.
Y si algo deseo con este capítulo, es que haga lo mismo en vosotros que ya he vivido yo y que hace en mí un recordatorio de mi manera tan peculiar de ver la vida cada vez que escribo, que no es más que abrir un poco el mundo interior, para poder habitar mejor nuestro mundo exterior.
Nos vemos y encontramos el próximo viernes, en el ya capítulo 70.
Con otras reflexiones, otras preguntas, quizá otras incomodidades, pero sobre todo y lo más importante: con otro impulso, que nos ayude a crecer como personas.
Mientras tanto, cuida tu planeta interior.
El de adentro.
El que importa de verdad.
Os abrazo y os quiero.
Jorge Esquirol
@elblogdejorgeesquirol
Posdata:
Os tengo que comunicar que, justo el próximo viernes se lanza al mundo mi tercer libro editorial: “Cuando Nieva en el Corazón”, una historia de Navidad y de vida, y que os puedo asegurar que puede ser el mejor regalo de Navidad para vosotros mismos o para otras personas que queréis.
Cuando lo leáis, sabréis por qué.
Gracias a mi editor y a mi corrector: Uriel Pascual de Oportet Editores.
A uno de los descubrimientos más maravillosos de mi vida, Mario Moreno, mi maquetador, mi soporte editorial y mi consejero, al igual que Uriel.
¿Cómo me voy a olvidar de ti, Cecilia Gorostieta, mi editora en Yucatán, México, propietaria de Kookay Ediciones y Casa Kookay? Qué grande eres, amiga.
Y, por último, al jefe de máquinas, el gran, admirado y querido por mí, Xavi, nos viene trabajo, compañero y amigo, ¡vamos a por ello!
Y a todos vosotros, mis lectores de todos los rincones del mundo, no os olvidéis de subscribiros a esta mi web, que es totalmente gratis, y sin pedir datos personales, y a mis RRSS.
Y como siempre os digo, a pesar de las vicisitudes o problemas que nos ponga la vida en el camino, intentemos:
«Sed muy felices, por favor».
Hasta el próximo viernes.
Os abrazo,
Jorge Esquirol.





Un comentario
Otro viernes más de reflexión y cuando hay reflexión hay trabajo por hacer… Además, esta vez, he descubierto cosas en mí. Con esas preguntas que nos has lanzado he ido visualizándome interiormente y respondiéndolas gratamente, porque me he dado cuenta que ese trabajo interior ya lo empecé yo hace tiempo, aunque sin ser consciente ni que fuera un objetivo que me hubiera fijado, aunque sí, conseguí las respuestas a una gran necesidad de cambios en mi vida. También he detectado que hay cositas que sí que tengo que revisarme y he tomado consciencia de ello. Además, como la vida y sus circunstancias cambian con rapidez, considero que este ejercicio es muy interesante y que es necesario practicarlo con frecuencia para ir haciendo esos ajustes para que haya concordancia entre mi razón y mis actos, y con ello, intentar ser lo más feliz posible.
Una vez más, llego a la conclusión de que el camino que inicié fue el correcto. Mis resultados lo dicen, aunque sé que si hubiera tenido estos consejos antes, ese camino hubiera sido más rápido de recorrer, menos abrupto y mucho menos doloroso.
Muchas gracias, Jorge, por otro de tus ratos de compartir sabiduría, análisis y aportación a mi persona.