Hola a tod@s, ¿cómo ha ido vuestra semana?
Un viernes más y ya el capítulo 46 consecutivo, tengo la oportunidad de compartir mis reflexiones con todos vosotros.
Hoy quizá os hayáis sorprendido del título del capítulo, pero los que ya me conocéis desde tan diversas partes del mundo sabéis que, en mi forma tan peculiar de observar y vivir la vida, siempre voy con la verdad y honestidad por delante, de lo que pienso o, lo que escribo en este mi blog o comunidad de @elblogdejorgeesquirol.
Y sí creo, que es hora de escribiros de un tema, que quizá a simple vista parezca una grosería, falta de respeto o educación, pero considero que es un tema imprescindible, y más en los tiempos que vivimos actualmente y que las situaciones son límites. Hay cosas que ya no merecen ni tus excusas, ni las de nadie.
¡¡Vamos allá!!
Hay un arte que no enseñan en el colegio, ni en casa, ni en las películas de Disney o de dibujos animados.
Un arte que deberíamos aprender antes que las tablas de multiplicar: «El arte de mandar a la mierda».
Sí, tal como lo leéis, así, con todas sus letras y sin rodeos.
Mandar a la mierda a tiempo es salvarse.
Es un acto de limpieza emocional.
Es una declaración de amor propio.
Es decir: «hasta aquí llegué», y no porque odies a nadie, sino porque por fin te quieres a ti.
¿Te suena esa sensación de estar tragando todo en silencio por no molestar?
¿Ese nudo en el estómago cada vez que ves un mensaje que no quieres contestar?
¿Esa reunión que aceptas solo para quedar bien, esa llamada que aguantas, aunque por dentro estés gritándole al universo que te saque de ahí?
Nos han domesticado o adoctrinado tan bien, que cuando queremos poner límites, nos llegamos hasta sentir culpables, y eso NO, amig@s.
Como si decir «no» fuera pecado, como si alejarte de lo que te duele fuera traición.
Y no, amigo, amiga.
No es traición… Es liberación.
A veces hay que soltar, pero siempre con arte.
No hace falta insultar, ni montar dramas, ni irte dando portazos.
Hace falta tener cojones u ovarios (o ambos) para mirar a alguien a los ojos y decirle: «Gracias por todo, pero mi paz vale más que tus idioteces».
Y sí, lo puedes hacer con educación, con estilo, con Flow.
Porque mandar a la mierda no es escupir odio, ni falta de respeto ni nada por el estilo.
Es limpiar tu vida.
El problema es que nadie nos enseñó ni a hacerlo ni a saber cómo llevarlo a cabo…
Nos enseñaron a aguantar, a justificar, a perdonar siempre, aunque la otra persona nunca vaya a cambiar, ni mañana ni pasado ni jamás.
Nos hicieron creer que el amor lo puede todo. «Spoiler»: no es verdad, no os lo creáis ni caigáis en ello.
El amor no lo puede todo si tú estás hecho pedazos.
El amor no lo puede todo si tú eres el único que sigue remando.
Y lo peor es que lo sabes y eres consciente.
Lo sientes.
Tu cuerpo grita en forma de cansancio, ansiedad, insomnio, apatía.
Tu intuición te lo repite cada día: «Vete, por favor, vete».
Pero ahí sigues, aguantando estoicamente (o, perdón, cobardemente).
Por costumbre, por pena, por miedo, por el qué dirán, o por no lastimar a alguien que quizá te lastimó a ti, y no solo una vez.
Hasta que un día te despiertas harto de ti mismo y de todo lo que estás tragando.
Y ese día, mi querido lector/a, empieza tu verdadera revolución.
¿Sabes qué pasa cuando mandas a la mierda a alguien a tiempo?
Que te quedas solo un rato, sí.
Pero la paz que te invade, no la habrás vivido nunca.
Que te llaman egoísta, lo que quieran, sí, pero te aseguro que tú vas a dormir mejor.
Que pierdes cosas, sí, también, pero por fin ganas algo que no tiene precio: dignidad.
Y con dignidad, hermano, hermana, se puede construir un imperio.
Te lo voy a decir claro, por si aún dudas: Mandar a la mierda no te hace mala persona.
Te hace coherente.
Te hace libre.
Te hace adulto.
¿Quieres saber si necesitas hacerlo?
Escucha esto:
Si una relación te cansa más de lo que te alegra…
Si tienes que justificar constantemente por qué te quedas…
Si ya no eres tú cuando estás con esas personas…
Si finges sonrisas para evitar conflictos…
Es momento de irte.
Y no, no tienes que dar 700 explicaciones.
No estás en un juicio ni pienses que nadie te juzga ni estás en la palestra.
No estás obligado a convencer a nadie de tu decisión.
Basta con una frase honesta: «Esto ya no me hace bien.»
Y te vas, sin drama, sin fuegos artificiales, sin despedidas épicas y simplemente con un “Ciao”, pero Ciao para siempre.
Solo tú, tu mochila emocional vacía y el puto alivio de haber hecho lo correcto.
Porque hay algo mejor que tener razón: tener paz.
Y sí, al principio dolerá.
Sentirás dudas.
Te sentirás solo.
Querrás volver.
Pero aguanta.
Aguanta un poco más.
Porque lo que viene después es mágico:
Empiezas a respirar.
Empiezas a reír otra vez sin forzar.
Empiezas a encontrarte contigo.
Y descubres que el problema no eras tú.
Eras tú en el lugar equivocado, con la gente equivocada, haciendo cosas que ya no te representaban, ni que te convenían.
Este blog no es para que te conviertas en un antisocial con mala leche, mal humor, un mal educado…
Este blog es para que entiendas que hay despedidas que te salvan la vida.
Que hay silencios más poderosos que mil discursos.
Y que mandar a la mierda, hecho con elegancia, es un acto de amor propio y valentía hacia ti mismo.
Así que si lo necesitas, no lo pienses, hazlo.
Hazlo sin miedo.
Hazlo con estilo, con educación, pero, sobre todo, hazlo por ti.
Y si alguien te pregunta por qué, míralo a los ojos y dile:
«Porque por fin di el paso a ser yo mismo, soy mi prioridad y me elegí.»
¿Te ha gustado?
Entonces no te vayas sin más… Compártelo. No lo pienses.
Mándaselo a esa amiga que lo necesita.
A ese colega que no se atreve.
A ti mismo, en un mensaje de voz.
Y si aún no estás suscrito a esta web, estás tardando.
Suscríbete ya a www.jorgeesquirol.com y no te pierdas textos como este cada viernes.
Porque hay que escribir lo que nadie se atreve a decir.
Porque tu vida no está para que la vivan los demás.
Porque a veces, mandar a la mierda es el inicio de tu libertad.
Jorge Esquirol
@elblogdejorgeesquirol